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domingo, 16 de octubre de 2011

PRIVATE INVESTIGACIONS CAP 22

HOLA MIS QUERIDAS LECTORAS Y SISTERS , ESPERO QUE TODITAS ESTEN BIEN LAS QUIERO UN MONTÓN Y LAS EXTRAÑO EMI, YAZ, SARI,PRI,VALE Y TODASSSSSSSSSS, AQUI LES DEDICO LOS CAPS A TODAS LAS HERMOSAS QUE COMENTAN , MUCHAS GRACIAS.


ADVERTENCIA:CAPI HOT



—No era la respuesta que buscaba.
—Por desgracia, es la única que tengo.
Ella se acomodó sobre la almohada y tocó las páginas del libro.
—¿Qué estás leyendo? —le costaba creer que se pusiera a leer una novela en esa situación, pero la verdad era que no conocía muy bien a Nick.Quizá le diera por leer cuando estaba nervio­so o en problemas.
Él alzó el libro para dejarla ver la tapa.
Cómo Hacerse Investigador Privado en Diez Pasos Rápidos y Sencillos.
—Bromeas —comentó boquiabierta.
—No —sonrió.
Le quitó el tomo de las manos y observó la contratapa. Conocía el libro. Hacía un mes había sacado un ejemplar de la biblioteca pública de St. Louis. Lo que no sabía era qué hacía nick con él.
Se lo devolvió con un suspiro.
—¿Qué haces nick?
—Supuse que necesitaba ocuparme cuando no disfrutábamos del sexo —lo cerró y lo dejó sobre la mesita de noche.
—¿Y se te ocurrió hacerte investigador priva­do?
—No —sonrió—. Tú eres la investigadora. Pen­sé que si leía sobre el tema llegaría a ser más ayuda que estorbo.
Miley no supo si sentirse conmovida o insul­tada. Optó por lo primero y trató de desterrar lo segundo.
—¿Esto significa que ahora voy a tener que leer sobre zapatos?
—No, a menos que quieras —rió entre dien­tes. Se acercó y apoyó un dedo en el bajo de la camiseta—. ¿Sabes?, podríamos saltarnos las par­tes de investigación y calzado e ir directamente a la del sexo.
Ella sintió un escalofrío y los pechos se le en­durecieron.
—Mmm —musitó mientras veía cómo le le­vantaba la camiseta para revelar sus braguitas blancas.
El dedo se abrió paso por debajo de la banda elástica y la acarició con suavidad. Miley  jadeó, sorprendida por el despertar instantáneo de sen­saciones ardientes por todo el cuerpo.
Las braguitas desaparecieron, pero en vez de subir, nick tomó uno de los pies de ella en sus ma­nos. Le hizo algo en él que consiguió que se le contrajeran los pezones.
—¿Tienes alguna predilección por los pies? — su intención era que el comentario sonara como un leve sarcasmo, pero la voz le pareció ronca in­cluso a ella, revelando lo mucho que le gustaba lo que hacía.
Él sonrió y la acarició desde el talón hasta el dedo gordo y oyó un jadeo.
—Los pies son mi negocio.
—A algunos hombres les encantan los pechos —se mordió el labio—. A otros las piernas. Mi sino ha sido encontrar uno con un fetiche por los pies.
Nick empezó a subir por su cuerpo. Miley se acomodó en el colchón y estiró el cuello cuando los dedos de él encontraron su botón mágico y comenzaron a frotarlo.
—Dios, estás encendida —murmuró él, y su aliento agitó el vello que había entre las piernas de miley.
Ella abrió los ojos en el momento en que la boca de nick se pegaba a su núcleo ardiente, mien­tras con los dedos mantenía los pliegues abiertos a las atenciones que le dedicaba. Jadeó, atrapada entre la necesidad de apartarlo y el deseo de que continuara con lo que hacía.
Arqueó la espalda con violencia y sin pudor se empujó contra él mientras la lamía con la lengua. Se humedeció los labios y pensó que una chica podía acostumbrarse a eso. Le succionó la parte más sensible de su cuerpo y miley tembló.
No dejó de subir y subir, hasta que se tamba­leó al borde del precipicio... momento en el que Nick retiró la boca.
—¡No! —gritó ella, tratando de obligarlo a ba­jar otra vez.
Él rió entre dientes y al rato las protestas de miley cesaron cuando Nick reemplazó la boca con su erección, dura y palpitante entre las piernas de ella, haciendo que pegara las caderas con­tra él.
—Estamos impacientes esta mañana, ¿eh? — musitó, mordisqueándole el cuello.
—Cállate y dámela.
Él adelantó toda su extensión por los pliegues de ella y volvió a dar marcha atrás.
—¿Darte qué,miley cyrus? Quiero oírtelo decir.
Ella abrió los ojos para mirarlo, con expresión dominada por la necesidad.
Bajó la mano, lo tomó con los dedos y descu­brió que ya tenía enfundado el preservativo. En­cajó la punta de la erección contra su centro fe­menino, luego elevó con rapidez las caderas.
—Esto... oh, sí, esto...

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