Miley mantenía la cabeza baja mientras volvía a casa. Se sentía enferma, su organismo cargado de adrenalina debido a una respuesta defensiva que llegaba dos años tarde.
Aquel hombre sólo quería el azucarero. Nada más.
Ella sabía que era cierto, como sabía que el azúcar no era lo único que había querido el hombre de la cafetería.
Se había vestido discretamente, siempre lo hacía, incluso en el momento álgido de su carrera, pero los hombres siempre parecían saber que bajo esa ropa ancha había un cuerpo que mucha gente pagaba por ver.
“Yo no tengo nada que tú quieras. Nada”.
Eso era lo que debería haberle dicho. Y luego debería haberse girado para que pudiera ver su cara. Estaba segura de que después de eso no volvería a molestarla.
El buzón rojo de la casa de sus padres era visible desde el principio de la calle y Miley salió corriendo. Sólo cuando puso la mano en el picaporte pudo respirar tranquila otra vez.
–¿Eres tú,miley? Has vuelto temprano –dijo su madre desde la puerta de la cocina, secándose las manos con un paño, el ceño fruncido en un gesto de preocupación.
–Se me había olvidado el móvil y estoy esperando una llamada de Hayley –mintió ella.
En otra ocasión se habría echado en sus brazos para buscar consuelo y seguridad. Pero eso fue antes de escuchar a sus padres hablando sobre las vacaciones que pensaban tomarse para celebrar su trigésimo aniversario. Un viaje de dos semanas a Barcelona, el sueño largamente acariciado por su madre, un sueño que había decidido posponer porque, en sus propias palabras: “no podemos dejar sola a miley, nos necesita demasiado. No sobreviviría estando sola dos semanas”.
Le había dolido en el alma escuchar ese comentario, pero su natural sinceridad la forzó a reconocer que tenía razón. Una cosa era haber dejado su apartamento para volver a casa de sus padres después del ataque, otra completamente diferente arruinarles la vida.
Y por eso había empezado a ir a una cafetería que estaba cerca de su casa. Se había obligado a sí misma a ir hasta allí sola todos los días durante una semana. Se sentaba durante veinte minutos mientras leía la columna de Cartas a Gertrude, el lado derecho de su cara mirando hacia la pared, y luego volvía a casa.
Y aunque le daba pánico y se sentía avergonzada y angustiada durante cada segundo de esos veinte minutos, sabía que había hecho mella en sus padres porque había oído a su madre hablando con la agencia de viajes por teléfono. Y por eso haría un esfuerzo para vestirse, salir de casa e ir a la cafetería al día siguiente, por sus padres.
A la madura edad de veintiocho años, miley había renunciado a la idea de tener una vida propia pero no quería robar la de sus padres, de modo que hizo un esfuerzo para sonreír.
–¿Necesitas que te eche una mano con la comida?
–Claro, cielo.
Suspirando, miley fue con su madre a la acogedora y segura cocina familiar.
wooow que le habra pasado a miley
ResponderEliminarque esta así necesito saber estamuy buena tu nove
espero el siguiente capitulo
Malena
woow!! me encantoo ^^
ResponderEliminarsube pronto cuando puedas(: