miley cyrus se estremeció y suspiró de felicidad, ajena totalmente al hecho de que ese día su vida empezaría a cambiar para siempre, y aspiró con placer aquel delicioso y familiar aroma.
—¡Mmm, café! —esbozó una sonrisa sensual al tiempo que abría los ojos para contemplar los fascinantes ojos cafes de su esposo. —Sabía que me había casado contigo por una buena razón; y es que preparas un café riquísimo —dijo para burlarse de él. nick sonrío.
—¿Sólo hago bien el café? —le preguntó con una mirada provocativa.
miley suspiró con satisfacción y le acarició con ternura el pecho desnudo. Hacer el amor con él era la experiencia más deliciosa de su vida.
—De acuerdo, también haces el amor muy bien —esbozó una sonrisa coqueta, resistiéndose cuando él fue a inclinarse sobre ella. —Pero ahora lo que quiero es un café.
nick se retiró riéndose, y miley se sentó y se cubrió pudorosamente con la sábana.
—miley, sé lo que hay debajo de la sábana —comentó nick mientras le pasaba la taza de café.
Ella alzó la mirada por encima del borde de la taza con gesto coqueto.
—Lo sé, pero quitarle el envoltorio al paquete es parte de la diversión.
—Muy cierto —respondió él.
nick, que sólo llevaba una toalla enrollada a las caderas, se puso de pie y fue a por una caja grande que había en el tocador.
—¿Qué es eso? —preguntó miley con curiosidad, preguntándose si sería un regalo tardío.
Cuando habían vuelto de la luna de miel en las Seychelles, donde habían estado un mes, había pasado varios días abriendo regalos; pero parecía que todavía les llegaban algunos.
nick dejó la taza sobre una mesa y se acomodó en la cama.
—Son las fotos de boda que nos hizo Jack —dijo él.
Inmediatamente miley dejó la taza en la mesilla y le quitó la caja de las manos. Hacía mucho que tenían las fotos de boda oficiales; pero Jack, que era fotógrafo como miley, les había hecho su propio álbum, advirtiéndoles que no iba a ser nada tradicional.
—Déjame. ¡Me muero por verlas! —exclamó mientras rompía el envoltorio y destapaba la caja rápidamente.
Había un álbum de cuero blanco envuelto en papel de seda. miley lo abrió y enseguida entendió lo que había hecho su colega. Su ojo de fotógrafa le reveló inmediatamente que Jack había hecho un trabajo espléndido; pero según iban pasando las páginas, miley se olvidó de la composición y empezó a revivir aquellos momentos tan especiales. Había sido un día perfecto en el que había lucido el sol en un cielo sin nubes. Todo el mundo se había sentido feliz, pero nadie más feliz que nick y ella. Como todos los hombres, nick había ido de traje blanco y esplendido. al verlo otra vez allí en la foto a miley le estallaba el corazón de tanto sentimiento.
No hacía mucho que se habían conocido, sólo unos meses antes, cuando los dos estaban de vacaciones en Bali. Desde el principio se habían dado cuenta de que estaban hechos el uno para el otro, pero sólo les había dado tiempo a tener un brevísimo romance antes de que ella tuviera que regresar a casa. Lo que miley no sabía entonces era que nick estaba empeñado en volver a verla, y a su regreso a Londres lo había arreglado todo para que ella hiciera las fotos oficiales del nuevo cuartel general de jonas Corporation en la capital británica. El padre de nick , kevin era el dueño de
la empresa, y nick el director general.
Pero miley no había tenido idea de nada de eso el primer día que se había presentado allí. Cuando nick había entrado en el despacho donde esperaba ella, miley se había quedado tan sorprendida que se había tropezado con una esquina de la alfombra, y de no haberla sujetado él se habría caído de bruces. miley se había enamorado en ese instante de nick, y tan fuerte había sido el sentimiento que desde entonces era consciente de que jamás tendría cura. Haciendo gala de tener muy buenos reflejos, nick la había agarrado con sus fuertes brazos, con una sonrisa complacida en los labios; pero al mirarla a los ojos se había puesto muy serio de repente.
—No quería decírtelo ahora, pero no puedo esperar más. Te amo —le había declarado él con voz emocionada.
—Yo también —le había susurrado ella, tan feliz que había sentido como si el corazón tuviera alas.
Entonces él la había besado, y a miley aquello le había parecido lo mejor del mundo. El beso de nick no había sido apasionado, pero le había vuelto el mundo totalmente del revés. Desde entonces había sentido algo indescriptible cada vez que lo miraba.
El breve romance había terminado en una boda por todo lo alto, más allá de lo que miley habría soñado; porque el deseo de los dos había sido que todos estuvieran allí para compartir su felicidad. Había corrido el champán, se habían tomado cientos de fotos y habían bailado toda la noche. Al día siguiente habían tomado un avión rumbo a las Seychelles, donde habían pasado cuatro semanas perfectas, antes de volver hacía un par de semanas al mundo real.
Las fotografías le hicieron recordar todo aquello que había culminado en el día de su boda, el más maravilloso de todos.
—¡Ay, mira mi tía con ese sombrero tan feo! —exclamó nick con una mueca de pesar.
miley se fijó en la foto de grupo a la que se refería su esposo. Jack la había hecho en el amplio jardín que rodeaba la iglesia.
—No sabía que hubiéramos invitado a tanta gente, pero aquí están... Por cierto, ¿quién es éste? No es uno de mis invitados, así que tiene que ser de los tuyos —le preguntó nick momentos después.
miley frunció el ceño.
—¿Dónde? —miley trató de localizar a la persona a la que se refería nick en aquel mar de caras.
—Ahí —nick señaló la figura de un hombre que estaba de pie al final de una de las filas de atrás.
Cuando miley se fijó en la persona que le señalaba su marido se quedó sin respiración del susto. ¡No! ¡Dios, no! La desolación que sintió al reconocer a ese hombre aniquiló toda su alegría en unos segundos. ¿Qué hacía él allí? ¿Y cómo era posible que ella no se hubiera dado cuenta?
—¿No lo conoces? —le preguntó nick, que estaba a su lado.
miley dio un respingo, porque no se acordaba de que nick estaba allí con ella de tan ensimismada y horrorizada que se había quedado. Volvía a sentir el miedo de antaño, pero trató de serenarse para que su marido no le notara nada raro.
—No, no lo conozco. Debe de ser uno de los maridos o de los novios que no llegaron a presentarnos —respondió razonablemente.