Ella se retiró a estudiar a la multitud. Entonces supo por qué la gente que huía o que era seguida buscaba ese tipo de entorno. Había tantas personas, colores y tamaños juntos, que dificultaría localizar a un familiar, mucho más a una mujer a la que solo había visto una vez. No tenía buena pinta. Miró en la dirección por donde habían ido y abrió mucho los ojos.
—Santo cielo.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó nick , tratando de seguir su línea de visión—. ¿La has visto?
—El guardia con el que hablabas cuando aparcaste... —tragó saliva—... ¿qué te decía?
—Que llamaría a la grúa si me quedaba allí. ¿Por qué?
Señaló una grúa que arrancaba.
—Creo que ha cumplido con su amenaza.
Nick miró y de inmediato entró en acción para correr detrás de la grúa con la velocidad de un hombre que corría de forma habitual. Pero el vehículo que se llevaba su coche había cobrado ventaja.
Miley sacó un bloc de notas y un bolígrafo del bolso, con cuidado de no tirar la pistola, y se puso a apuntar el número que había en el costado de la grúa. Guardó el bloc y fingió un interés intenso en sus zapatos cuando Nick regresó a su lado.
—Se han llevado mi coche —anunció de forma innecesaria.
—He apuntado el número. Llamaremos cuando volvamos al hotel para averiguar adonde se lo han llevado —Nick guardó silencio—. No te preocupes —al final estudió la expresión tensa de su cara—. Yo cubriré todos los gastos.
—Hay un pequeño problema con eso, miley—ella se irguió—. Si los matones de esta mañana son realmente del FBI, inspeccionarán mi coche.
—Sí —convino con gesto distraído y se puso a andar musitando en voz baja. No era importante no disponer de coche. La caja que Nicole había vendido en la tienda de empeño estaba dentro. Una caja que al parecer tenía la llave para desentrañar el lío en el que se encontraba—. Maldita sea —musitó. Se preguntó si algo más podía salir mal en ese caso.
Veinte minutos más tarde, la oscuridad había cubierto por completo la zona en la que se hallaban, y la incesante columna de personas... había cesado. Clavó la vista en las puertas que en ese momento se cerraban con un ruido sonoro. Joe estaba con los brazos cruzados. Unos pocos coches permanecían en el enorme y bien iluminado aparcamiento, sin duda de la gente de mantenimiento y seguridad de la Pirámide. Por lo demás, el lugar se veía desierto.
—Debe haberse escabullido —mileyse acomodó el pelo detrás de la oreja.
—Sí —corroboró nick. La miró, claramente irritado—.Y bien, ¿qué sugieres ahora?
—No lo sé —bajó la vista.
Él suspiró, luego se pasó la mano por la cara. Volvió a mirarla.
—Ni pienses en entrar a la fuerza para ir a inspeccionar los servicios.
—Ni se me había pasado por la cabeza —sonrió.
—Bien.
—Estupendo.
—Perfecto.
—Maravilloso.
La mueca de Nick se transformó en una sonrisa a medias.
—¿Siempre tienes que quedarte con la última palabra?
—Siempre —soslayó la mirada penetrante de él que encendió hogueras en su interior—. Ni siquiera voy a preguntarte cuál es tu sugerencia.
—¿Qué? ¿Qué volvamos al hotel, olvidemos a tu persona y dienta desaparecidas y nos metamos la cama?
Ella le apuntó con un dedo.
—¿Por qué sabría que ibas a decir eso?
—¿Porque tú piensas lo mismo?
No iba a reconocérselo. Se volvió hacia la enorme pirámide y comenzó a caminar con la re mota esperanza de que Clarise estuviera utilizando en ese mismo instante otra salida. Al girar en una esquina se detuvo en seco.
—¿Por qué me sigue? —preguntó una voz femenina; con las dos manos sostenía una pistola que apuntaba directamente al estómago de miley .
Nicole Bennett.
Miley miró a la cara de la mujer que ella tendría que haber encontrado.
—Lo repetiré por si no me ha oído. ¿Por qué me sigue? —Nicole dio un paso atrás cuando Nick giró por la esquina a toda velocidad.
Miley extendió un brazo para detenerlo, mientras se preguntaba cuánto tardaría en sacar la pistola del bolso. Si tenía en cuenta que había necesitado cinco minutos para meterla allí, como mínimo tardaría lo mismo en sacarla.
—No la seguimos —respondió. Agitada, se movió—. Quiero decir, yo sí... la estaba buscando, pero ya no.
Nicole Bennett era más bonita que lo que dejaba entrever la foto granulada que le había dado Clarise. Con un pelo largo y oscuro, casi negro, y grandes ojos grises, resultaba deslumbrante, hermosa y peligrosa.
—¿Puede repetirlo? —inquirió Nicole.
—Mire, soy investigadora privada de St. Louis. Alguien preocupado por su bienestar personal me contrató para encontrarla.
La expresión de Nicole fue claramente escéptica, pero asintió.
—Adelante. La escucho.
—Su hermana —añadió miley—. Quería que la encontrara y las cosas que usted, mmm, le pidió prestadas.
La otra entrecerró los ojos, pero la pistola no osciló en ningún momento.
—Interesante. Mi hermana está en un sanatorio.
Miley parpadeó.
—Bueno, pues le deben haber dado el alta, porque la he conocido. Ella me entregó una foto de usted, me dijo que tenía la costumbre de llevarse cosas de su casa, pero que en ningún momento la denunció y me pidió que la localizara —frunció el ceño—. Se llama Nicole Bennett, ¿verdad? Y su hermana es Clarise Bennett.
—Describa a la mujer que la contrató para buscarme.
—Pelo rubio. Aproximadamente de su misma estatura. No, un poco más alta. Delgada. Con un aire a lo Grace Kelly, pero más afilado.
La mujer bajó la pistola al costado y sorprendió a miley con una sonrisa.
—Lo que pensaba —abrió la gabardina negra e introdujo la pistola en la cintura de unos pantalones también negros, luego cubrió la culata con la parte inferior de un jersey negro de cuello vuelto—. ¿Lo encontró?
—¿Se refiere a la caja que vendió en la tienda de empeño?
—Sí.
—Sí, la recuperé —miró a Nick con una advertencia silenciosa de que no mencionara el incidente de la grúa.
—Bien —miró a un lado y a otro—. Entréguesela a mi... hermana.
—Ese es el problema —miley hizo una mueca—. Parece que su hermana ha decidido también huir de mí. De hecho, la seguimos hasta aquí.
—¿Aquí? —Nicole musitó algo ininteligible y pareció nerviosa.
—Sí. A eso me refería cuando dije que no la seguíamos a usted. Íbamos tras ella.
Nicole comenzó a retroceder con expresión cautelosa mientras estudiaba el entorno.
—Cerciórese de que reciba la caja —dio media vuelta y comenzó a alejarse deprisa.
Miley trató de sacar la pistola del bolso y avanzó unos pasos.
—¡Eh, aguarde un momento! —llamó.
—¿Qué haces? —nick la sujetó de la muñeca.
—Ir a buscar unas respuestas, por supuesto.
—No creo que sea una buena idea —movió la cabeza.
—Es gracioso, pero, ¿has oído que alguien pidiera tu opinión? Yo no.
Él la soltó.
Ella se volvió, para descubrir que Nicole Bennett se había desvanecido en la noche.