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viernes, 9 de septiembre de 2011

PRIVATE INVESTIGATION CAP 16

HOLA QUERIDAS LECTORAS , ESPERO QUE ESTEN MUY BIEN  AQUI LES DEJO 2 CAPS Y ESPERO QUE LOS DISFRUTEN PERO ANTES : GRACIAS SARI HERMOSAAA  POR TODO YO TAMBIEN TE QUIEROO Y TE EXTRAÑO Y GRACIAS MARI ERES UNA SUPER PERSONA GRACIAS POR TU APOYO :D Y A TODAS MIS SISTERS DIVINAS LAS EXTRAÑO MUCHO :(.


Miley llamó brevemente a la puerta de la ha­bitación del hotel, luego se recordó plantarse con los hombros erguidos ante la mirilla. Un momen­to más tarde, la puerta se abrió y contempló a nick, recién duchado, con una toalla en torno a sus caderas estrechas y los abdominales sobresalien­do en magnífico relieve. Se dijo que era hermoso en el mar de confusión que la rodeaba.

—¿Vas a pasar o qué? —preguntó él, haciéndo­la entrar por la muñeca. Miró a ambos lados del pasillo y luego cerró.

Miley lo odió por poder paralizarla con tan poco esfuerzo. De hecho, sin ninguno. No había hecho más que plantarse allí como un dulce reclamando ser devorado para que su cerebro deja­ra de funcionar.

Fue hasta la cama grande, se dejó caer en ella y soltó el bolso a sus pies, doloridos de tanta ca­rrera que había realizado en la última media hora... primero tras Nicole Bennett y luego al ale­jarse de los tres matones que la perseguían por motivos que solo Dios conocía.

Por suerte, ella los había visto antes y había te­nido tiempo de ocultarse con Joe en la tienda de antigüedades que había junto a la de empeño; allí aguardaron hasta que los tres hombres pasaron de largo en el coche.

Luego Nick los había llevado al hotel que sería su nueva morada. Ella había insistido en bajarse en la esquina para que no los vieran juntos más de lo que fuera absolutamente necesario, le ha­bía dado tiempo a registrarse y llegar a su habita­ción antes de llamarlo por el móvil robado. nick le había informado del número de habitación y ahí estaba.

Sentía el inicio de un profundo dolor de cabeza.

—¿Estás seguro de que nadie puede relacionar tu nombre con el de la habitación?

—Completamente —sonrió—. Probablemente no quieras oírlo ahora, pero sin duda podrías co­rrer mejor si tuvieras los zapatos adecuados.

—Oh, fantástico —miley miró el techo—. Ahora intenta venderme zapatos.

—Es lo que hago —se encogió de hombros—. Pégame un tiro si quieres.

—No me tientes —musitó.

De hecho, tenía más ganas de pegarse un tiro ella misma. «Quieta». Todavía no podía creer que le hubiera gritado eso nada más verla fuera de la tienda. ¿Quién se había creído que era? ¿La Mujer Policía? Se tumbó en la cama y gimió. Probable­mente había estropeado su primer caso. Quizá su madre tuviera razón. Tal vez aún la aceptaran en su antiguo trabajo. Si les ofrecía dinero y entraba de rodillas, quizá la contrataran de vuelta sin ha­cer preguntas.

Sintió unas manos en los pies. Calientes y fuer­tes. Se sentó de golpe y miró boquiabierta a nick, en cuclillas junto a la cama.

—¿Qué haces? —susurró, cuando su intención había sido hablar con voz normal, pero se lo im­pidió que él le quitara la sandalia y pasara un dedo por su sensibilizado arco.

Nick le sonrió y luego deslizó los dedos por la extensión de su pie. Ella jadeó al experimentar un escalofrío.

—¿Qué sucede,miley? ¿Tienes cosquillas?

No habría podido decirlo. Nadie había intenta­do hacérselas con anterioridad. Sus padres nunca se habían mostrado muy propensos a los contac­tos físicos. Y desde luego, ninguno de sus amigos se había acercado a sus pies. Tragó saliva.

—Tengo pegada la mitad de la suciedad de las calles de Memphis. ¿No te... mmm... molesta?

Él le quitó la otra sandalia y le masajeó los pies.

—¿Qué es un poco de suciedad entre amigos?

—¿Amigos?

—Sí. Me gustaría pensar que eres mi amiga.

Amigos.

Miley se quedó quieta, sin quitarle la vista de encima, hipnotizada.

—¿No vas a... eh... burlarte de lo que pasó? — preguntó, sin gustarle la densidad de su voz. Sona­ba demasiado próxima a las lágrimas para su gus­to. Y lo último que deseaba era llorar. Sí, había estropeado su primer caso como detective, pero eso no significaba que debiera arrojar la toalla. O quizá era uno de esos casos en que el destino quería decirle algo, aunque no sabía qué.

—Estás más tensa que un cordón —murmuró nick.

—Tú también lo estarías si hubieras encontra­do a la persona que buscabas para volver a per­derla.

—Al menos la encontraste.

Sí, tuvo que reconocer que eso era verdad. Ha­bía encontrado a Nicole Bennett.

Parte de la sabiduría de Nelson Polk reverberó en su mente. «Los casos de personas desaparecidas son los más difíciles, en especial si la persona desaparecida no quiere que la encuentren. Considérate afortunado si encuentras a la mitad de las personas que buscas. Y que te paguen de antemano».

Sonrió. Si alguien tan experimentado como Polk tenía una media del cincuenta por ciento, entonces ella no lo estaba haciendo tan mal. La sonrisa se desvaneció. Se había sentido tan contenta de reci­bir su primer caso real, que no había seguido su consejo. Sí, le habían dado un adelanto de doscien­tos dólares, y cincuenta dólares en concepto de gastos, pero tal como iba el caso, no tardaría en quedarse sin blanca. Y al no disponer de medio al­guno para ponerse en contacto con su dienta, no albergaba esperanza de ver más dinero. De hecho, daba la impresión de que ya no tenía caso.

—¿A quién quiero engañar? —tragó saliva—. No estoy hecha para esto. Debería hacer la male­ta é irme a casa.

—¿A casa? —preguntó nick—. ¿Dónde está?

—En St. Louis —carraspeó y apartó el pie, in­cómoda por mostrarle su lado débil, aunque obra­ra milagros con su masaje—. ¿Y tú? —trató de desviar la conversación de ella, temerosa de que si hablaba de la posibilidad de abandonar, pudiera convertirse en realidad.

—Minneapolis —repuso nick.

Miley  apoyó los pies descalzos sobre el col­chón y pasó los brazos alrededor de las rodillas. Nick se reclinó contra la cama, aún en el suelo.

—¿De verdad quieres abandonar? —pregun­tó—. ¿Volver a casa?

Se encogió de hombros, sin saber muy bien qué quería hacer. Y a pesar de sus temores, descu­brió que necesitaba hablar de la situación.

—Parece lo único razonable y lógico. Quiero decir, la mujer que me contrató para encontrar a una persona desaparecida también ella ha desa­parecido. Lo que significa que si no logro locali­zarla no habrá dinero... y tampoco clienta —lo miró con la mejilla sobre la rodilla—. Luego está la cuestión de que no tengo interés personal por encontrar a Nicole Bennett. Aunque la hubiera frenado delante de la tienda de empeño, ¿qué ha­bría podido hacer con ella?

—Buena pregunta.

—Sí, pero poco satisfactoria —suspiró y giró la cabeza hacia el otro lado, lejos de Nick y cerró los ojos—. No sé. Quizá todo esto de convertirme en investigadora privada no sea más que un sueño en­gañoso. Lo único que sé hacer con cierto grado de pericia es responder llamadas de teléfono y meca­nografiar los informes de gastos de otros. Y es pro­bable que lo que estudié de informática ya haya quedado obsoleto —se mordió el labio—. ¿En qué estaría pensando? —sintió que el colchón se movía y supuso que Joe se había sentado a su lado.

—Es interesante que hayas empleado la pala­bra satisfactoria —musitó.

Miley no se movió, no dijo nada, simplemente permaneció con la vista clavada en la pared del cuarto de hotel, tratando de no ser consciente del hombre magnífico y casi desnudo que tenía al lado.

—Últimamente he reflexionado en el hecho de que no estaba obteniendo mucha satisfacción de mi propia vida —continuó él.

Unos dedos se deslizaron por los hombros de miley y la hicieron temblar; se dio cuenta de que no estaba a su lado, sino detrás de ella. Y la tocaba.

—No sé. Supongo que llevo tanto tiempo avanzando a toda marcha que nunca me he dete­nido a preguntarme si era feliz.

Los dedos bajaron de los hombros a su espal­da, donde él le masajeó los músculos a través de la camiseta.

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