LAS QUIERO UN MONTON A TODAS.
—Es que, bueno, en cinco años que llevo trabajando para usted, nunca había cancelado una cita.
Nick frunció el ceño. ¿Sería cierto? Se dio cuenta de que ni cuando pilló una gripe fuerte ni cuando su tía murió unos meses atrás había cancelado ninguna cita. Se frotó la nuca. Hizo una mueca.
—Entonces, ¿no cree que ya era hora de que empezara? —le preguntó a Gloria. Oyó una risa suave por la línea.
—Desde luego. Pero no iba a ser yo quien se lo dijera.
Hablaron unos minutos más y luego cortó. Miley extendió la mano con la palma hacia arriba. nick depositó el teléfono en ella y se preguntó cuánto tiempo podían sobrevivir las baterias en el plástico.
—¿Qué vas a hacer ahora con él?
—Tirarlo.
Después de observarla un rato, se obligó a tomar el tenedor, pero cambió de parecer y llamó a la camarera.
—Llévese esto y tráigame lo mismo que a ella.
—Pero va a tener que pagar la ensalada.
—Desde luego —ignoró a la camarera y se concentró en miley—. Háblame de esa persona desaparecida.
—En realidad, no hay mucho que contar — mojó una de las patatas fritas en la salsa de barbacoa—. Su hermana me llamó antes de ayer y pidió una cita —sonrió—.Yo acababa de poner mi anuncio en el periódico y fue la primera llamada que recibí. Bueno, técnicamente fue la segunda, pero la primera no cuenta porque no acepté el caso.
—¿Cuál era?
—Un hombre quería que le tendiera una trampa a su mujer.
—No te sigo.
Suspiró y agitó una patata frita.
—Sospechaba que tenía una aventura con otra mujer. Quería contratarme como señuelo. Pero primero tenía que echarme un buen vistazo para comprobar que pasaba la prueba.
—¿Bromeas?
—No —se llevó una patata frita a la boca y se limpió los dedos con la servilleta—. Pero la segunda llamada fue de Clarise, la hermana de Nicole Bennett. Había solicitado una cita en mi despacho, pero como mi despacho es mi apartamento hasta que pueda alquilar uno, le propuse vernos en su casa. Dijo algo de que su marido no sabía nada y quedamos en una cafetería. Me entregó una foto, la dirección más reciente y comentó que durante una visita reciente, Nicole le había robado algunas cosas.
—¿Qué?
—Plata... y también joyas, aunque hasta ahora lo único que ha vendido es la plata. Sí, lo sé, yo también quedé sorprendida. Quiero decir, ¿en qué mundo vivimos en el que ni siquiera puedes confiar en tu hermana? Me dijo que, por desgracia, Nicole siempre había tenido dedos largos y que no estaba preocupada por los objetos robados, sino que quería cerciorarse de que su hermana se hallaba bien.
La camarera le llevó el plato y Nick se frotó las manos antes de dedicarse a comer.
—Fui al apartamento de Nicole, pero en realidad no era un apartamento... se parecía más a una habitación de alquiler. Y no daba la impresión de que hubiera estado allí mucho tiempo.
—¿Drogas?
—Es lo mismo que pregunté yo. Pero su hermana me dijo que jamás había tenido conocimiento de que Nicole probara drogas. Y la gente a la que interrogué en el edificio coincidió en que había parecido una joven tranquila y nunca con aspecto drogado, así que... —se encogió de hombros.
—¿Cómo lograste rastrearla hasta aquí? —preguntó después de tragar un bocado de la carne más exquisita que había probado en mucho tiempo.
—Hice lo habitual. Ya sabes, comprobé el aeropuerto, las estaciones de tren, las empresas de alquiler de coches... y no encontré nada. No fue hasta toparme por accidente en el aeropuerto con una auxiliar propensa a ganarse unos ingresos extra —sonrió—. Reconoció una foto que tengo de Nicole y me dijo que le había vendido un billete a Memphis y que personalmente la había visto embarcar la noche anterior en el avión que la trajo hasta aquí. Así que la seguí, encontré el hotel en el que se hospedaba y me puse a patear las calles. La tienda de empeño —señaló con el dedo pulgar—, fue mi tercera parada.
Nick observó mientras un taxi se detenía delante de la tienda en cuestión. Una mujer de pelo oscuro bajó de él y se dirigió hacia el establecimiento con una bolsa de papel marrón en la mano derecha.
—¿Tienes una foto de la mujer? —preguntó. Miley asintió y sacó una de la carpeta que tenía al lado. Nick la estudió, luego a la mujer que entraba en el local—. No mires ahora, pero tu chica acaba de llegar.
«Esto es mejor que el sexo».
La mente de miley hizo una pausa mientras ella salía por la puerta a la carrera, con el corazón a mil pulsaciones por minuto. «Bueno, quizá sea tan bueno como el sexo», se dijo, aunque no pudo darle más vueltas al asunto, porque estaba acercándose a su primer caso de persona desaparecida.
Miró atrás y vio que Nick era frenado por la camarera para que pagara la cuenta.
El sonido de sus pies en la acera. La sensación del pelo volando al viento. El ardor en los pulmones, lo que revelaba el poco ejercicio que hacía. Todo eso se combinaba para hacerla sentir... muy bien.
Frenó cerca de la tienda de empeño, con la mano sobre el costado. Era evidente que necesitaba hacer ejercicio. De la forma menos conspicua posible, asomó la cabeza para mirar por el sucio escaparate, luego se echó para atrás. Esbozó una sonrisa tan amplia que le dolió la mandíbula. No cabía duda. Era la taimada Nicole Bennett.
Había recibido instrucciones claras sobre lo que debía hacer cuando la localizara. A saber, seguirla para averiguar dónde se alojaba y luego llamar a su hermana en St. Louis.
Frunció el ceño. La última vez que había tratado de llamar a la hermana de Nicole, había escuchado una grabación que informaba de que la línea estaba desconectada.
El sonido de una campanilla hizo que abandonara el umbral en el que se ocultaba. Miró a Nicole Bennett salir de la tienda sin la bolsa y guardándose dinero en el bolsillo de la chaqueta.
—Quieta —ordenó. Ella misma se quedó asombrada. Santo cielo, no era poli. Ni siquiera tenía que acercarse a Nicole, esta no tenía que sospechar que la seguían.
Era su primer caso y ya lo había estropeado.
Los ojos grises de Nicole se abrieron sorprendidos. Luego miró las manos de miley,que no exhibían ningún arma, y emprendió la carrera en la dirección opuesta.
Miley fue tras ella. No sabía qué iba a hacer cuando la alcanzara, pero esperaba descubrirlo llegado el momento.
—¿Es ella?
La voz de Nick sonó tan cerca de su oído que hizo que miley chillara. Entonces, antes de poder detenerse, perdió el ritmo de carrera y cayó sobre la dura acera. Lo único que le impidió despellejarse fue la celeridad de pensamiento de él, que la agarró de la parte de atrás de la camiseta y la sostuvo en medio del aire. Miley alzó la cabeza para ver a Nicole girar por la esquina y desaparecer de vista.
Con torpeza recuperó la verticalidad, se alisó la camiseta y luego le dio un pisotón a Nick.El grito que soltó él apenas mitigó su decepción.
—¿Y eso a qué se ha debido? —preguntó saltando sobre un pie.
—Por hacer que perdiera a mi primera persona desaparecida.
Miró en la dirección que acababa de tomar Nicole, fue hacia allí, pero se detuvo y comenzó a caminar hacia la cafetería. Pero en el instante en que lo hacía, divisó el sedan oscuro en el que iban los tres gigantes que afirmaban ser del FBI.