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viernes, 12 de agosto de 2011

PRIVATE INVESTIGATIONS CAP 7


CHICAS :( SORRY POR NO HABER SUBIDO ANTES , ESTOY UN POCO OCUPADA PERO AQUI LES DEJO DOS CAPS , ESPERO QUE LES GUSTE  , LAS QUIERO....

PD:DISCULPEN SI NO COMENTO SUS BLOGS :s



—Este es el gráfico que detalla nuestro creci­miento fiscal en los últimos tres años durante nuestro contrato con su competidor.
Nick estaba sentado en la atestada sala de con­ferencias de Shoes Plus con la gran vista del Mississippi a la que en ese momento nadie pres­taba atención, ya que todos intentaban concen­trarse en lo que decía el representante de ventas de la compañía. Si las cumbres y valles del gráfi­co no le recordaran las cumbres y valles de una persona, probablemente se sentiría más cómodo. Por desgracia, la distracción que había notado el día anterior, incluso antes de que una loca  miley cyrus hubiera pensado en meterse en su cama, se había duplicado ese día. Se pellizcó el puente de la nariz y miró su gráfico de costosa produc­ción que mostraba las proyecciones realizadas para los próximos dos años si Shoes Plus decidía firmar el contrato con su empresa. Pero no pare­cía poder hacer acopio de la energía para llevar a cabo lo planeado, que era utilizar su gráfico para cubrir el que empleaba el representante para explayarse.
No había conseguido dormir mucho. No había sido capaz de hacer otra cosa que permanecer tendido en ese incómodo sofá, sin siquiera atre­verse a ir al cuarto de baño a buscar las otras sá­banas. Había dado vueltas y se había caído dos ve­ces mientras fantaseaba en lo que habría sucedido si hubiera podido convencer a la deliciosa señorita cyrus de que finalizara lo que con tanta habilidad había comenzado con anteriori­dad esa misma noche.
Cuando al fin el representante de ventas dejó el puntero y concluyó su discurso, diez pares de ojos se volvieron al unísono hacia él. Parpadeó, olvidado por completo dónde se encontraba.
Carraspeó con discreción, luego sonrió.
—Si me disculpan un minuto...
Apartó la silla y salió de la sala, cerrando la puerta ante las personas boquiabiertas que seguí­an su progreso. Sacó el teléfono móvil y se dirigió al rincón más apartado de la zona de espera. Marcó un número, pidió que le pusieran con alguien y esperó. Esperó ocho llamadas antes de que una voz somnolienta y sexy respondiera.
—¿Qué haces contestando el teléfono? —pre­guntó con fingido tono reprobatorio. Oyó un sua­ve jadeo y el ruido de las sábanas.
—¿Quién es? —preguntó miley al final.
—¿Quién crees tú? El hombre al que echaste de su propia cama esta mañana.
—¿nick?
—A menos que haya algún otro al que tam­bién desterraras de su habitación.
—¿Dónde estás?
Miró hacia la puerta cerrada de la sala de con­ferencias. Se suponía que debía estar trabajando.
—En una reunión.
Un bostezo prolongado.
—Ni siquiera te oí al marcharte.
Lo cual era un milagro, ya que no se había re­catado en hacer ruido, pero nada había quebrado el ritmo de los suaves ronquidos de ella.
—¿Dormir de manera tan profunda no es un peligro en tu profesión? —preguntó—. En parti­cular después de lo sucedido anoche.
—No corría peligro después de llegar a tu ha­bitación —respondió tras una pausa.
—¿Y cómo lo sabías?
—Porque... porque, bueno, tengo un sexto sentido para esas cosas, por eso.
—Ah, ¿es otra de esas cosas que aprendiste en el manual del investigador privado?
Una risa suave. Nick sonrió.
—¿Querías algo en particular, señor jonas, o solo llamabas para irritarme?
Nick comprendió que su llamada no obedecía a ningún motivo en especial aparte de comprobar si aún seguía en su habitación. Y el alivio que ex­perimentó lo desconcertaba. Pensó en el exposi­tor que tenía sobre la mesa de conferencias y le preguntó si lo veía por la habitación. Miley le pi­dió que esperara mientras iba a buscarlo.
Nick suponía que debía informarle de que ha­bía visto al tipo que se había quedado en su suite marcharse a la misma hora que él. De hecho, ha­bían bajado juntos en el ascensor. Pero eso podía significar que ella se fuera nada más colgar.
Miró el reloj de pulsera y se llamó idiota. Un momento más tarde ella volvió a ponerse.
—No hay nada que responda a esa descripción.
—Maldita sea. Lo habré olvidado en el coche.
—¿Eso es todo?
—Sí —se obligó a decir—. Eso es todo.
—Muy bien. Adiós, entonces.
—Sí, adiós... espera —temió que ya hubiera colgado, pero al rato oyó un suspiro distraído.
—¿Qué?
—No vuelvas a contestar el teléfono. No se... mmm, no se sabe quién podría ser.
—Pensé que dijiste que no estabas casado.
—No afirmé ser un monje.
—Oh. De acuerdo.
Nick colgó, aguardó unos segundos y le dio a la tecla de remarcado. Como había esperado, miley contestó a la primera.
—Me pareció decirte que no respondieras.
—Bueno, pues entonces deja de llamarme.
Volvió a cortar y rió entre dientes mientras se dirigía hacia la sala de conferencias, listo para en­frentarse a los negocios.
Miley alargó el brazo para colgar el auricular en la mesita de noche, luego se dejó caer sobre la almohada con una sonrisa en la cara. Y él la consi­deraba rara. ¿Qué clase de persona llamaba para decirle que no contestara el teléfono y luego vol­vía a llamarla para comprobar si lo hacía? Se esti­ró. Un tipo de hombre con sentido del humor.
«¿Hace cuánto que no salgo con alguien con hu­mor?», se preguntó. Al menos no con alguien con un sentido del humor perverso e inventivo como el de Nick . Claro está que Nick  y ella no salían. Solo habían dormido juntos. En la misma habitación de hotel.
Se apoyó en los codos. Habitación de hotel de la que debería estar pensando en largarse. En ese momento vio una nota junto al teléfono y alargó un brazo para recogerla.
Llama a la policía, ponía en letra mayúscula de imprenta. Estaba firmado nick.
Dejó el papel y miró la hora; entonces se le­vantó de un salto. No podía creer que ya fueran las nueve y media. Había tenido intención de le­vantarse temprano para tratar de seguir al tercer tipo cuando saliera de su habitación. Siempre y cuando se hubiera marchado, por supuesto.
Fue a la pared y pegó el oído, aunque el senti­do común le decía que si una persona esperaba que llegara otra, no haría mucho ruido. Suspiró y luego observó el teléfono. Una persona que espe­raba en la habitación de otra probablemente tam­poco contestara el teléfono.
Llamó al servicio de habitaciones para solici­tar el desayuno. Luego fue a la ducha, y solo des­pués de secarse recordó que no tenía nada para ponerse. En el umbral del dormitorio, contempló los cajones. Ya le había pedido prestada la cama a Nick.Un par de prendas de ropa interior tampoco estarían tan fuera de lugar. Se puso su camisa, sacó uno de esos calzoncillos ceñidos de algodón del cajón superior y luego un par de calcetines. Luego corrió a la puerta para estar pendiente del servicio de habitaciones.
Cinco minutos más tarde, vio cómo se abrían las puertas del ascensor y a un joven de uniforme blanco conducir un carrito en la dirección de su habitación. Lo siguió hasta donde se lo permitió la mirilla, luego, con la cadena puesta, abrió para poder escuchar.
Una llamada breve y decidida en la puerta de al lado.
—Servicio de habitaciones.
miley sonrió. No pudo evitar pensar que Nelson Polk estaría orgulloso de su ardid. Resistió la tentación de abrir más la puerta y asomar la cabeza.
Otra llamada y una voz más estridente.
Miley cedió a la tentación y a los crujidos de su estómago y abrió. El chico del servicio de ha­bitaciones empezaba a marcharse cuando ella avanzó por el pasillo y lo llamó con la mano.
—¡Oh, lo siento! Se cerró la puerta y me que­dé fuera.
—¿Señora? —la miró con escepticismo.
—Me llamo miley cyrus. Esta es mi habitación —el joven guardó silencio—. No me cree. De acuer­do. Entonces le diré lo que he solicitado —mientras se lo recitaba, él leía el pedido—. ¿Convencido?

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